En tiempo de estío, y para mí
periodo vacacional -por fin-, nos solemos plantear muchas cosas que se van
dejando durante el resto del año, pero al final son tantas que los días se te
terminan haciendo cortos y decides ser selectivo. No hay más remedio.
Los libros no pueden faltar, son
tantas las historias que contienen que es fundamental meterse en ellas con tal
de salir de la asfixiante realidad político-social que nos rodea. Y digo
asfixiante porque hoy estoy prudente y no me apetece usar otros calificativos
que seguro le irían mejor. Gustamos sumergirnos en el agua refrescante de
playas y piscinas, pero más me gusta sumergirme en una novela embelesadora que
cuando tengo que soltarla me enrabia. Ya han caído varias, La reina descalza (Ildefonso Falcones), Misión Olvido (María Dueñas) y En
un rincón del alma (Antonia J. Corrales). Como se puede observar poco
tienen que ver unas con otras, diferentes autores (todos españoles) y
diferentes temas, aunque las dos últimas guardan un fondo común, el escapar. Y
ahora estoy con una de autora extranjera, Belinda Starling y su novela La encuadernadora de libros prohibidos, para seguir con la pluralidad, supongo, o
porque en el extracto me sedujo el toque de intriga que espero y que tanto me
apetece. Cuando la termine seguro que vendrán más, La isla bajo el mar de Isabel Allende y una biografía de Velázquez, dos regalos de compañeros y
amigos que me gustaron en cuanto salieron de su envoltorio y cayeron presos en
mis manos. No me gustaría dejar de decir que por primera vez intercalo el
formato clásico en papel con el formato digital, algo de lo que no estaba
seguro si iba a ser capaz, más que nada por serle infiel al libro de toda la
vida, pero debo reconocer que mi adaptación a las nuevas tecnologías ha sido
tan bien avenida como siempre.
La música tiene que hacer su
aparición en estas fechas casi por prescripción médica, ya que sin ella me
falta algo y la dosis veraniega me revitaliza para el resto del año. Pero tal y
como está el mercado actual no estoy teniendo duda en acudir a los clásicos, a
mis clásicos. Además también he descubierto una nueva forma de hacerlo. Como el
día tiene las horas que tiene y son tantas las cosas que se pueden plantear
realizar durante el mismo, he decidido que la música va a ocupar la nocturnidad,
más bien casi llegados a la madrugada y metido en ella dejarme llevar por donde
el móvil me lleve. Sí, porque también en este campo he decidido innovar, el
teléfono móvil es el soporte y con los auriculares me aíslo del mundo para navegar
por el Youtube. La primera canción la elijo premeditadamente, el resto son las
sugerencias que me salen, bien del mismo autor o de otros que tengan que ver
con él de alguna manera, o más bien de la manera youtube y yo voy eligiendo
entre ellas. Ayer empecé con Princesa
de Sabina y terminé con Noches de blanco
satén de The Moody Blues, un recorrido por el que se dejaron oír desde
Kansas o Bon Jovi a Silvio Rodríguez o Mercedes Sosa. En fin, una gozada para
mis sentidos, no sólo el auditivo, porque paladeas, hueles, ves y palpas lo que
fue tu vida de hace… bastante. En definitiva, un método que recomiendo sin
remilgos y para el que aconsejo que la batería del móvil esté cargada.
Y no se puede ni se debe
renunciar a la familia, por eso procuro que tengan su lugar en mi ocioso
tiempo. Resulta difícil satisfacer a todos, a veces eso me lleva a la
desesperación, lo reconozco. Pero es tan complicado darle a cada cual su
espacio en mi espacio, es tan complejo buscar que los espacios de los hijos
cuadren entre ellos y a la vez con el tuyo y el de tu pareja. Hay que
intentarlo, sin duda, y me lo propongo todos y cada uno de estos días, porque
quiero verlos contentos, así lo estaré yo también. Piscina y juegos en ella,
paseos nocturnos y cenas en lugares distintos, escapadas a la playa (con lo
poco que me gusta…) y charlas dispares sin estudios de por medio intentan
colmar mi deleite vacacional en este apartado tan importante.
Debería de haber también un hueco
para el cine, pero en mi pueblo ese tema es casi inexistente. Ni la empresa
privada se ha instalado para satisfacer los paladares de los que gustamos del
séptimo arte, ni los gestores municipales están por la labor de que el cine en
Cabra sea lo que tradicionalmente fue. Desgraciadamente, después de Juan Muñoz ningún
gobernante ha querido al cine, aunque todos los años se vanaglorian de un
certamen de cortos con el que pretenden vender la marca Cabra hasta en la Luna,
y cualquiera que no conozca nuestra triste realidad cinematográfica diría que
hay que ver lo importante que es el cine en esta ciudad. En fin, que me pierdo
en politiqueo y eso es lo último que quiero, así que me conformo con alguna
peli en televisión y a seguir añorando aquel cine de verano de antaño.
Qué me falta, pues tiempo, ya lo
dije al principio, tiempo para estar con mis amigos y contarnos lo que está en
el tintero para que no se quede ahí, compartir con la calma que te da no pensar
en el trabajo y proyectar en el aire los deseos que deberían de estar por
llegar. Tiempo y disponibilidad para dar una escapada en pareja y visitar al
viejo Pissarro que ahora está en Madrid, ese impresionista que no faltó a
ninguna de las citas expositivas del grupo en los Salones parisinos porque
fielmente creía en el mismo. Tiempo para escapar a las entrañas de la piel de
toro, no hay que ir más lejos, y masticar el legado que guarda en su artístico
pasado. Eso sí, sacaré tiempo para seguir asomándome a este surdecordoba.com,
estar al día en el devenir de la comarca y leer a quienes me acompañan en la
grata labor de opinar, aunque diverja mucho de algunos de ellos.
Por Joaquín Caballero Ortega, publicado el 16 de julio de 2013 en surdecordoba.com
1 comentario:
Te voy a felicitar, porque tu artículo me ha encantado, así de sencillo. Poco más me queda que añadir a todo lo que has escrito.
Pero debo de centrarme en el párrafo donde hablas de tu familia, de nosotros. Sé que es difícil poder complacernos a todos, como bien has escrito tú mismo, porque mis hermanos y yo somos completamente distintos, con unos gustos, unas aficciones, una forma de ser, de actuar, de comprender la vida... Pero creo que los tres tenemos presente que lo intentáis, y eso es lo que realmente importa; que lo consigáis o no, ya es otra cosa, pero yo al menos soy consciente, aunque a veces no sea capaz de reflejarlo en mi carácter reivindicativo e inconformista, de lo que lucháis para que seamos una familia feliz.
Sólo me queda desearte un feliz verano, porque te lo mereces, y que disfrutes de todas esas cosillas que te hacen feliz.
Un besazo.
Publicar un comentario