lunes, 30 de abril de 2012

Está bien sorprenderse


A estas alturas de mi vida me congratulo por seguir teniendo capacidad para la sorpresa, supongo que eso es consustancial a mi capacidad de raciocinio y directamente proporcional a mi desconocimiento. Y eso contando con que la sorpresa se basa en lo inesperado.

Y me ha sorprendido leer que el alcalde de Cabra, mi estimado Fernando Priego, reclama cambiar la Ley para que los ladrones no sean puestos en la calle en menos que canta un gallo. Quiero pensar que esas palabras se deberán a una conversación más o menos privada que a lo que han llegado a ser, unas declaraciones de prensa, porque aviado está si pretende abanderar una cruzada para que cambie el Código Penal en “los chorizos a la calle, no”. Puede ser que esté pensando aprovechar que Gallardón está por la labor para meter también esta cuña. Y conste que yo comparto su preocupación y su incredulidad ante tal situación, para ambos injusta, y seguro que también es compartida por muchísimos de los lectores y no lectores, de unas tendencias ideológicas y de otras.

Nuestro Estado de Derecho tan garantista, proteccionista y progresista peca, en algunos casos, de crear situaciones sociales alarmantes por huir del más puro sentido común. Bien es cierto que el arbitrio de sus señorías tiene muchísimo que decir, pero también hay que tener claro que la legislación está hecha por los señores parlamentarios y no por los que, nada más y nada menos, se dedican a juzgar basándose en ella. Y no es la alarma social un buen termómetro para la Justicia, sin duda no se debe legislar a golpe de alarmismo, pero sí se debe de pensar antes de legislar qué puede dar lugar a ese rechazo social. En definitiva es la sociedad la que pone a los legisladores en su poltrona, así que menos tomar cafés y más pulsar constantemente lo que ella demanda.

Nuestras fuerzas de seguridad se juegan el pellejo capturando a los chorizos, emplean mucho tiempo y dispositivos que nos cuestan a todos bastante dinero. Como también el abogado del presunto delincuente, casi siempre de oficio y mal pagado por la Administración (véanse en prensa las protestas en Córdoba por parte del Colegio de Abogados) que asiste al detenido tanto en dependencias policiales como en los juzgados, que viaja desde quién sabe dónde dando igual la hora y el día. Y precisamente cuando los reos llegan al juzgado, sucede que por arte de birlibirloque son puestos en libertad, y esto da lugar a que sigan con sus fechorías mientras sale o no el juicio. Que esta es otra cosa que no puede pasar desapercibida y es causa de este jaleo, me refiero a la lentitud de la Justicia. ¿Cuántas veces hemos leído y oído en los medios de comunicación que un delincuente ha sido detenido por algo muy significativo y que contaba con veinticinco o treinta detenciones anteriores? ¿Qué pensamos los profanos en materia jurídica? ¿Y qué pasó realmente en esas detenciones? Pues eso, que le ha dado tiempo a delinquir todas esas veces mientras que está esperando que lo juzguen y lo sentencien a prisión por la primera fechoría. Aunque de la prisión se libran cuando es la primera vez y le imponen menos de dos años, así que cabe pensar que estarán a la espera de la segunda sentencia, digo yo. ¿No tienen los jueces instrumentos jurídicos suficientes en estos casos para decretar prisión preventiva? Porque eso sí lo prevé la ley, por eso dije antes lo del arbitrio de los jueces y que cada palo aguante su vela.

Sé que puede parecer banal tratar este tema sin exponer términos estrictamente jurídicos, como la diferencia entre hurto y robo, o la diferencia entre robo con o sin intimidación, robo con o sin violencia, con o sin nocturnidad y alevosía, en fin, todos esos supuestos que hacen que cada caso sea distinto y, por lo tanto, debiera tener una sanción diferente. Pero la cuestión es esa, que haya sanción más o menos inmediata, que es lo que ni el señor alcalde, ni yo, ni muchos de ustedes comprendemos.

Y sí, los robos en Cabra causantes del revuelo son, por así decirlo (quizás los afectados no lo vean así), de poca monta, ¿qué pasa con los ladrones de guante blanco, chaqueta y corbata? Ay, ese será otro tema para otro artículo porque esos son de talla mangante superior, están por todas partes y las leyes son aún más laxas para los intereses generales. ¿Me sorprenderá Fernando Priego pidiendo que cambien las leyes también para esta gentuza?

Ahora bien, hay otras muchas disposiciones judiciales que también pueden llevar a reflexionar a nuestro alcalde, que también pueden llevarlo a reclamar que se cambien las leyes porque no se sostienen más. ¿Hablamos de la Ley del Menor? No, que me enciendo. Perdónenme. Espero que en mi ciudad no se llegue a dar ningún caso que socialmente dispare las iras del pueblo llano en relación con este asunto, porque no quiero pensar la indignación del alcalde, basta con suponérmela, pero ¿se elevará como lanzadera contra una Ley justamente injusta? ¿Se alinearían todos nuestros concejales con ella? Si así la ven no deben de esperar a que pase nada para demostrar su rechazo, es ahora el momento de decirlo y de intentar cambiarla por todos los cauces legales.

Esto podría llamarse prevención, esto es no ir a golpe de alarma social. Pero permítanme ustedes que tenga mis muchas dudas de que algo así se hará. Se llevan mociones al Pleno Municipal de esas generales, que los partidos mandan a todos los concejales de todos los pueblos, y suelen ser aburridas y anodinas, precisamente por partidistas, incluso por eso mismo muchas cuentan con el rechazo de los que las oímos, además de por pensar que eso es cosa de otros foros. Ni a mí ni a muchos les pasaría lo mismo si alguno se atreviera con mociones sobre los temas antes expuestos. Sería gratificante y así daría gusto sorprenderse.

Por Joaquín Caballero Ortega, publicado el 30 de abril de 2012 en surdecordoba.com

lunes, 2 de abril de 2012

Tiene que llover a cántaros

Sería previsible con los tiempos que vivimos que al leer el título de este artículo alguien pudiera pensar que voy a hablar de la falta de lluvia y de la catastrófica sequía. También alguien pudiera pensar que me aventuro a hacer una semblanza de míticas canciones de cantautor pasadas de moda (que para mí son intemporales) por usar parte del estribillo de la canción más popular de Pablo Guerrero. Pues bien, ni una cosa ni otra, aunque es cierto que la emblemática canción del extremeño inspira y conduce el resto del escrito.
Difícil encontrar en boca de tanta gente dos dichos tan contrapuestos, a la par que en nuestras conversaciones decimos que no llueve, decimos que vaya con la que está cayendo. Claro que la primera expresión se refiere a la meteorología y la segunda a la situación precaria que vive la economía. Y si la lluvia es necesaria para nuestro campo y nuestros embalses, la que está cayendo con la crisis es una barbaridad que cuesta trabajo asimilar. Si la lluvia cae como consecuencia de un fenómeno natural y nada podemos hacer para que lo haga cuando a nosotros nos interese, supongo que sí se podrá hacer algo con el chaparrón de paro y recortes que nos está cayendo, porque esto es un fenómeno especulativo del despropósito capitalista en el que un gobierno detrás de otro nos ha ido metiendo, da igual del PSOE que del PP. Que la crisis es mundial, se me podría argumentar, vale, pero sería mejor decir que era, puesto que algunos países salieron de ella airosos mientras otros seguimos sumidos en la miseria mercantil más cruel que se recuerda.
Tu y yo muchacha estamos hechos de nubes. Pero ¿quién nos ata? Dame la mano y vamos a sentarnos bajo cualquier estatua. Que es tiempo de vivir y de soñar y de creer que tiene que llover a cántaros. Así empieza, nada más y nada menos, el poema musitado del cantautor, para abrir boca y empezar a vislumbrar que nos quiere decir algo importante que nos haga salir del ostracismo, antaño pudiera ser de una lúgubre dictadura, ahora yo diría que nos invita a salir de la crisis. Y eso sí, con ilusión, porque la lluvia purificadora tiene que llegar, no sabemos cuándo, pero cuando llegue lo hará a cántaros. Y deja esa pregunta, ¿quién nos ata? Para nuestra desgracia ahora estamos atados de pies y manos por las consecuencias de la codicia desmesurada, el pelotazo como ejemplo de vida ejemplar o por los enchufismos y corruptelas de los partidos políticos, sobre todo de los dos mayoritarios.
Estamos amasados con libertad, muchacha. Pero ¿quién nos ata? Ten tu barro dispuesto, elegido tu sitio, preparada tu marcha. Hay que doler de la vida hasta creer que tiene que llover a cántaros. Casi , hay que pararse un poco para saborear la letra y sacarle el jugo concentrado. No podemos perder la esperanza de cambiar, pero no el cambio aquel de Felipe González ni este de Rajoy, no, un cambio verdadero de rumbo en la visión de estado, incluso en la visión global del mundo. Esto no se sostiene así, demasiados desequilibrios, demasiada falsa libertad, menudo entramado que se han montado los que todo lo pueden. Hay que doler de la vida si logramos creer que existe otro modelo de sociedad mucho más justa. Una sociedad muy distinta a la que tenemos, un sociedad que mire al tercer mundo y le duela, que mire sentencias judiciales inauditas y le duela, que mire y recuerde las promesas políticas y tras la realidad le duela, que mire los desahucios de sus vecinos y le duela, que … porque seguro que cuando duele se reacciona.
Ellos seguirán dormidos en sus cuentas corrientes de seguridad. Planearán vender la vida y la muerte y la paz, ¿le pongo diez metros, en cómodos plazos, de felicidad? Pero tú y yo sabemos que hay señales que anuncian que la siesta se acaba y que una lluvia fuerte sin bioenzimas, claro, limpiará nuestra casa. Hay que doler de la vida hasta creer que tiene que llover a cántaros. Así termina el poema, dándole a la banca en los morros, sin lugar a dudas da en el clavo una y otra vez, ¿es el poder económico el que nos ata? ¿Quién o quiénes lo consienten, quiénes así lo disponen, quiénes lo diseñan, quiénes nos engañan? Ahora mismo no veo esas señales de que esto se acaba, pero vivo con esa esperanza. Porque aquí tiene que llover, tiene que diluviar para que se limpie toda la miseria inmoral de los corruptos y la indignidad de los poderosos, que se limpie la mentalidad de los torpes y de los borregos, que se limpie, se higienice la avaricia imperante de la sociedad, que muchos cántaros de agua caigan para purificar este ambiente de zozobra que tienen los millones de parados, que llueva y que llueva para que los engaños burdos de los mandamases políticos, sindicalistas, banqueros, empresarios todopoderosos se extingan y dejen de tomarnos por tontos.
Se fueron las elecciones andaluzas y la huelga general, y la vida sigue igual. Tranquilos que ahora no voy a seguir escribiendo por Julio Iglesias, prefiero acabar este chaparrón dialéctico, que se salva por la poesía de Guerrero, pensando que tanta sequía no puede durar y que por el bien general tiene que llover a cántaros.

Por Joaquín Caballero Ortega, publicado el 30 de marzo de 2012 en surdecordoba.com