domingo, 7 de enero de 2007

Se acabaron...

Cuando llega este momento a mucha gente le suele pasar lo que a mí, siente un estado contradictorio: por un lado alegría de que se acaben las vacaciones de Navidad y por otro pena por el mismo motivo.

Llegan de nuevo los madrugones, bueno, no es que me haya librado de ellos del todo porque los he seguido teniendo gracias a mi querida hija, pero ahora hay que asearse y ponerse en órbita para ir a trabajar a Lucena (como tantos y tantos). Y yo eso de madrugar es que lo he llevado regular, tirando a mal, durante toda mi vida, así que por ahí llega mi pena.

Y me voy a mi bendito trabajo, allí me desahogo de toda la presión que ejerce sobre mí la carga familiar, y que quien me conoce sabe que no es poca, por lo que toca cambiar el chip durante unas horas y pensar en otras muchas cosas. Son cinco mañanas completas sin la obligación de compartirlas con mi comando itinerante, y no pensad que soy un mal padre por decir esto, que las tardes son muy largas y de esas raramente me suelo librar. Pero llega la rutina, dicho en una palabra, así que por ahí llega mi alegría.

A veces parece que este espacio me sirve sólo para soltar los malos humos, puede ser, pero me ocurre que al ponerme frente al teclado se me olvidan todos los temas de los que me gustaría comentar, de verdad, es ... no sé, increíble, pero cierto. Comenzado un nuevo año debo hacerme propósitos de enmienda y entre ellos debe estar el darle otro enfoque al blog. Me temo que como muchos no cumpliré casi ningún propósito, por lo que seguiré escribiendo en un momento...